16/9/2014
En una investigación cuyos resultados fueron divulgados recientemente en el Foro 2014 de Finanzas Conductuales de la Fundación Rand, se abordó el tema de los elementos que condicionan la confianza en los asesores financieros por parte de las personas.
Sólo podemos dar una opinión sin sesgos cuando se trata de cosas acerca de las que no tenemos ningún interés.
Oscar Wilde
¿Confiaría en un médico cuyos ingresos dependieran de la cantidad y tipo de tratamientos que prescribiera para usted?
En principio, esperamos de un médico una guía imparcial para tomar las decisiones de vida que más nos convengan. De manera equivalente, en términos financieros esperamos de un asesor la orientación para tomar las mejores decisiones que individualmente nos convengan para construir una vida financiera sana.
Pero —evidentemente sin afirmar que existe una práctica generalizada de mala información— la realidad es que en muchos casos al recibir una recomendación de un vehículo o producto de inversión, siempre existe la duda de cuál es nuestro mejor interés como inversionista o el interés del asesor financiero.
De ahí la importancia de que en lo individual seamos capaces de identificar cuando recibimos una asesoría o recomendación de ahorro o inversión, si ésta genuinamente responde a nuestras necesidades, características e intereses individuales.
El tema es particularmente relevante si reconocemos que existe un bajo nivel promedio de información y educación financiera, que consecuentemente aumenta la importancia del papel que tienen las instituciones (y las personas que las representan) en la promoción de vehículos financieros.
En una investigación cuyos resultados fueron divulgados recientemente en el Foro 2014 de Finanzas Conductuales de la Fundación Rand, la investigadora Julie Agnew abordó el tema de los elementos que condicionan la confianza en los asesores financieros por parte de las personas.
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