06/05/2015 – Hace unos días me preguntaron si el Monopoly es una buena forma de introducir las finanzas personales a nuestros hijos. Respondí que relativamente, ya que por un lado aprenderán sobre el valor del dinero o a negociar para adquirir algo, pero que por otro lado quizás llegarán a la conclusión de que hay que dedicarse al mundo de la hostelería y arruinar al prójimo para tener éxito.
Jugar para evitar el suspenso en finanzas
JORDI MARTÍNEZ LLORENTE – Camino de casa seguí pensando sobre cuáles habían sido los juegos que a mí más me habían aportado en este campo, sorprendentemente y sin ninguna duda concluí que el juego que más me enseñó sobre finanzas en mi adolescencia fue La Llamada de Cthulhu, juego de rol basado en el mundo fantástico de H.P. Lovecraft y ambientado en los años 20 del siglo pasado.
Reconozco que puede sonar raro, pero jugar a rol a parte de enseñarme a trabajar en equipo, a desarrollar mi imaginación, a tener empatía, a interpretar un personaje, a amar las novelas de Lovecraft y a luchar contra el mal, también me enseñó finanzas personales.
Las partidas del sábado me hicieron reflexionar sobre la inflación, ¿Cómo era posible comer por tan pocos centavos? ¿Una Thompson por 200 dólares? Hablando de dólares, también aprendí a calcular el tipo de cambio, en ese momento en pesetas, posteriormente en euros. Aprendí a vivir de un salario (todo empezaba con un tirar un dado de 10 para calcular los ingresos anuales. Tomé decisiones inmobiliarias, decidimos junto a mis compañeros de aventuras compartir hogar en Arkham, esto a parte de facilitar que cuando nos llamara Wingate para una nueva misión estuviéramos todos juntos nos resultaba una ventaja económica.
¡Mi primera crisis financiera la viví en 1929! Aprendí también a valorar distintas opciones, por ejemplo, una misión en El Cairo, ¿qué conviene más, un hotel de lujo o una pensión? Hablando de El Cairo, mis personajes aprendieron a regatear en mercados de todo el mundo, siempre a discreción del máster y con la pertinente tirada de los dados de 20 conseguíamos mejor o peores tratos; comprendiendo en todo momento la importancia de disponer de más ahorro y/o efectivo para el futuro. También aprendí solidaridad económica, cuántas veces el que más tenía pagó gastos del que tenía menos, o cuántas otras repartimos equitativamente las recompensas por la resolución de los casos…
Ahora, a punto de estrenar los 40, ya no jugamos cada sábado, jugamos un viernes al mes, pero estoy seguro que si pregunto a mis amigos del rol cuanto valía un Ford T en 1920 se acercarán más al precio real que si les pregunto por un Seat Ibiza en 2015.
La Educación Financiera la podemos encontrar incluso allí donde nunca lo diríamos, tenemos un montón de oportunidades de potenciar las competencias financieras de nuestros hijos, todo empieza en casa, fomentar la cultura financiera también.
JORDI MARTÍNEZ LLORENTE- Director de educación financiera en el Instituto de Estudios Financieros (IEF).